Ensayo Final - Teología de la Comunicación
por Erasmo I. Maldonado Pacheco.
“Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí”. – Jn 17, 21-23
El 7 de marzo de 1965 el Papa Pablo VI celebró la primera Eucaristía en italiano en la parroquia Todos los Santos en Roma. Tras siglos de que el Rito Romano se celebrara en latín, este acontecimiento, fruto de los esfuerzos del Concilio Vaticano II, marcó un parteaguas en la Liturgia de la Iglesia. Siendo la Eucaristía “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (LG 11, citado en Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], 1997, numeral 1324) hacia la cual se ordenan y están unidos “los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado” (PO 5, citado en CIC, 1997, numeral 1324), puede deducirse que la incorporación de la lengua vernácula en la Liturgia traería consigo importantes efectos para la Vida de la Iglesia. En palabras del Papa Pablo VI:
Se inaugura hoy la nueva forma de la Liturgia en todas las parroquias e iglesias del mundo, para todas las Misas en las que participa el pueblo. Es un gran acontecimiento que se recordará como principio de abundante vida espiritual, como un compromiso nuevo para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre. (Jiménez, 2015)Con respecto al porqué de este cambio, en la Constitución Dogmática sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium del CVII se establece que
…como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos… (Concilio Vaticano II, 1963, sección 36, 2)
A este respecto, Gianni Todescato, el párroco italiano que asistió al Beato Pablo VI en la redacción del primer Misal en lengua vernácula, comenta lo siguiente:
Claramente cambió la óptica de cómo se veía la Misa. Cuando era en latín, el 99 por ciento de la gente no entendía nada. Un sacerdote pronunciaba las palabras y poquísima gente, solo el público cultísimo podía seguirlas. De modo que el cambio a la lengua viva, el italiano, cambió la ambientación de la Misa, y permitió entender los textos sagrados y seguirla. (Jiménez, 2015)
El Padre Todescato “…sentía la exigencia de este cambio para que la Misa fuera un servicio efectivo a la sensibilidad de la gente” (Jiménez, 2015). Así, podemos sintetizar los puntos anteriores diciendo que la incorporación de la lengua vernácula en la Sagrada Liturgia fue muy útil para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre facilitando el entendimiento de su Palabra y el seguimiento de la Eucaristía buscando que Ésta fuera un servicio más efectivo a la sensibilidad de la gente.
Análisis desde la Teología de la Comunicación
La Santa Misa, en su riqueza inagotable, recibe múltiples nombres: Eucaristía, Santo Sacrificio, Fracción del Pan, Banquete del Señor, Santísimo Sacramento, Asamblea Eucarística. Asimismo, ésta puede ser vista como un evento comunicativo. En Ella queda manifestada una continuidad en la forma en que Dios ha hablado al hombre a lo largo de la historia de Salvación, a través de hechos y palabras. En sus dos partes, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, Dios se comunica a su pueblo a través de su Palabra que primero es proclamada y después es acogida en los corazones de sus hijos e hijas en la Sagrada Comunión. Es precisamente en la Comunión que vemos alcanzado el objetivo último de la comunicación. Dios se comunica para llevarnos a la comunión íntima con Él y con los miembros de su Iglesia, para llevarnos a participar de su Vida Divina que es Comunión Trinitaria. En esta comunión en su doble dimensión divina y humana, de la cual la Iglesia es signo e instrumento por tanto sacramento de salvación, encuentra el ser humano su vocación última y el sentido de su existencia.
En la Santa Misa la Iglesia nos comunica a la única Palabra de Dios, Jesucristo, que se encarna en palabras humanas en los textos sagrados y en nuestra propia carne en los signos del Pan y del Vino. En su condescendencia bondadosa, Dios ha tenido a bien este acercamiento encarnado a nuestra condición humana movido por su designio amoroso de salvación y redención. En Jesús, Dios nos ha dicho todo, Él es mediador y plenitud de toda la Revelación, de la autocomunicación de Dios con toda la humanidad. Palabra de Dios y Dios mismo, en Jesucristo significado y significante son también uno mismo, en Él se realiza la comunicación perfecta de Dios con el hombre pues quien lo ve a Él, ve al Padre y en quien Él está, está también el Padre. El Amor es el origen, sustento y finalidad de esta comunión/comunicación.
Del latín a la lengua vernácula y su relación con el Misterio Trinitario
Los cambios propuestos y gradualmente incorporados en la Liturgia como resultado del CVII encontraron y siguen encontrando resistencia por parte de miembros del Cuerpo de Cristo que ven en estos una discontinuidad con las disposiciones litúrgicas de la Misa Tridentina. Para ellos, esta discontinuidad parece representar una separación con la teología católica de la Misa. El uso del latín en la Liturgia era justificado por la naturaleza de la Iglesia que abraza a todas las naciones y requiere por tanto de un idioma universal e inmutable. El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei Sobre la Sagrada Liturgia hace un balance entre esta posición y la propuesta por el CVII con respecto a la incorporación de la lengua vernácula declarando que:
El empleo de la lengua latina, vigente en una gran parte de la Iglesia, es un claro y hermoso signo de la unidad y un antídoto eficaz contra toda corrupción de la pura doctrina. No quita esto que el empleo de la lengua vulgar en muchos ritos, efectivamente, pueda ser muy útil para el pueblo; (Pío XII, 1947, sección 77)
Puede discernirse con la luz del Espíritu Santo que la motivación detrás del uso del latín en la Sagrada Liturgia está enraizada en un anhelo elogiable y acertado de unidad y de universalidad coherente con la Catolicidad de la Iglesia. Podemos rastrear los orígenes de este anhelo a la unidad de Dios que quiere que seamos uno, así como Él es uno. Sin embargo, considero que la clave para resolver estas diferencias litúrgicas está en reconocer que esta unidad de Dios, a la cual nos llama, es una unidad trinitaria, una unidad de personas. Felicísimo Martínez Diez (1994) nos dice con respecto al monoteísmo absoluto atrinitario que “el ideal correspondiente a una representación monoteísta de Dios es la uniformidad” (pág. 82). Esta concepción del monoteísmo apuesta por la unidad absoluta en contra de toda pluralidad, desconoce la alteridad y, por consiguiente, imposibilita el diálogo y la comunicación.
Por otra parte, el autor presenta en contraste la concepción trinitaria de Dios que…
…armoniza la unidad y la pluralidad, la identidad y la alteridad personal. De esta forma hace posible el diálogo y la comunicación. (…) De aquí surge un modelo de convivencia basado en el reconocimiento de la alteridad y la igualdad, en el respeto de las diferencias y la práctica de la comunicación. (pág. 85)
La formulación de la doctrina de la Trinidad se remonta a los primeros siglos de la Iglesia y “es el misterio central de la fe y de la vida cristiana” (CIC, 1997, numeral 234). Es claro que ésta ha guiado y nutrido el desarrollo de la Liturgia a lo largo la historia. Sin embargo, sabemos que, aunque la Revelación, alma de la Sagrada Doctrina, “esté acabada, no está completamente explicitada” y que “corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos” (CIC, 1997, numeral 66). En la misma línea del Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana de San John Henry Newman, la tesis del autor de este ensayo es que el desarrollo de la doctrina de la Trinidad con todas sus implicaciones, posibilidades y aspectos, incluyendo sus corolarios litúrgicos, ha sido gradual y en respuesta a las necesidades y realidades de cada época. Reflexionar y profundizar en nuestra Fe en Dios que es comunión trinitaria de personas de igual naturaleza abre el camino para el reconocimiento de que la comunión es posible en la pluralidad. Así, se descubre que el anhelo de unidad y de universalidad que motivó el uso del latín en la Liturgia es el mismo que mueve la incorporación en esta ya no sólo de la lengua, sino también de lo Bueno, Bello y Verdadero que hay en la cultura particular de cada pueblo. Leemos al respecto en Sacrosanctum Concilium:
La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia: por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico. (Concilio Vaticano II, 1963, sección 37)
Recordemos que la pluralidad de las naciones, cada una con su lengua, es un orden “destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que unánime en su perversidad, quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel” (CIC, 1997, numeral 57). Pudiera rastrearse el origen del establecimiento del latín como lengua universal de la Iglesia a este anhelo de vuelta a la unidad originaria del género humano en Dios cuando todo el mundo tenía un mismo idioma, sin olvidar la raíz latina-romana de la Fe y la precisión que la lengua latina daba a la Teología y a la Liturgia, pero, siguiendo al Espíritu Santo en Pentecostés, la Iglesia reconoce que aún se encuentra en el tiempo de las naciones y que, según la Economía divina establecida con éstas, se hace necesario acercarse a los pueblos reconociendo su alteridad lingüística y cultural.
Nuestra limitación humana en relación con la dimensión paradójica de las verdades de la Fe ha suscitado en la historia de la Iglesia discusiones y diferencias. Se vislumbra que en la resolución de las diferencias mencionadas en el seno de la Iglesia entre quienes apoyan o resisten las reformas a la Liturgia con respecto a la incorporación de la lengua vernácula, se encuentra nuevamente la necesidad de reconocer que el Catolicismo “celebra la unidad de los contrarios (…) de tal forma que la energía completa de los elementos opuestos permanece” (Barron, 2016, pág. xiii). De esta unidad de los contrarios Felicísimo Martínez Diez (1994) presenta como ejemplos: “Dios es uno y trino al mismo tiempo, Cristo es hombre y Dios al mismo tiempo (…) somos libres pero es Dios quien nos da la gracia” (pág. 86). Tener en cuenta esta dimensión paradójica de la Fe ilumina la posibilidad de la armonía entre la unidad y la pluralidad, conceptos que parecen estar en el núcleo del disenso entre las partes. El modelo de esta armonía es Dios uno y trino en cuya Vida Divina hemos de profundizar y Comulgar para llegar a ser uno, como Dios es uno.
Referencias
Barron, R. (2016). Vibrant Paradoxes: The Both/And of Catholicism. Skokie: Word on Fire Catholic Ministries.
Concilio Vaticano II. (1963, diciembre 4). Constitución <i>Sacrosanctum concilium</i> sobre la Sagrada Liturgia. Recuperado de La Santa Sede: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html
Iglesia Católica. (1997). Catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Jiménez, M. (2015, marzo 7). Hace 50 años Pablo VI celebró la primera Misa que no era en latín. Recuperado de aciprensa.com: https://www.aciprensa.com/noticias/hace-50-anos-se-celebro-la-primera-misa-en-italiano-habla-el-sacerdote-que-asistio-a-pablo-vi-62656
Martínez Diez, F. (1994). Teología de la Comunicación. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Pío XII. (1947, noviembre 20). Mediator Dei (20 de noviembre de 1947) | PIUS XII. Recuperado de La Santa Sede: http://www.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_20111947_mediator-dei.html
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