Un argumento muy usado por los hermanos de otras denominaciones es que la Iglesia católica "agregó" libros a la Biblia, específicamente al Antiguo Testamento. Recordemos que el Antiguo Testamento en las biblias protestantes cuenta con 39 libros, mientras que las biblias católicas cuentan con 46. ¿Pero por qué está diferencia? ¿La iglesia católica los "agregó" arbitrariamente en algún punto tardío de la historia? Esto es a lo que respondo más abajo a un protestante que me dice:
"La biblia cristiana evangélica no ha sido alterada estimado. Seguimos teniendo los mismo libros que el Tanaj Hebreo. Por el contrario la ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana), agregó 7 libros, los cuales dentro de las enseñanzas de algunos de esos libros, escapa de la real doctrina dejada en los demás libros que complementan la biblia, incumpliendo el mandato de no agregar más a la palabra de Dios y o cambiar las enseñanzas. Esto sucedió, si mi memoria no me falla aprox. en los años 1600 y pico".
Leyendo su mensaje es bastante evidente que nuestro hermano separado ignora muchísimos datos de la historia de la Biblia, de la historia de la Iglesia, y del desarrollo del canon bíblico. La Iglesia católica nunca "añadió" libros al antiguo testamento, y mucho menos en un periodo tan tardío como el año 1600.
El contenido y número de libros del 'antiguo testamento' que desde la época primitiva ha usado la Iglesia católica, y sobre todo desde que se formalizó el canon, habiéndose alcanzado un consenso prácticamente general a partir de finales del siglo IV y principios del siglo V, ha sido sustancialmente el mismo. Si bien la necesidad de formalizar seriamente un canon no apareció sino hasta el siglo IV, cuando hubo diferencias y dudas no solo con respecto al antiguo, sino también al nuevo testamento, es un hecho que todos los libros encontrados hoy en el antiguo testamento de la Biblia católica, fueron usados, apreciados, admitidos y leídos desde aquel lejano primer siglo en que la Iglesia naciente daba lectura a las Escrituras en las reuniones litúrgicas de las primeras comunidades cristianas, cuando aun ni siquiera estaba redactado el nuevo testamento y las únicas Escrituras con las que se contaba eran las contenidas en la versión Septuaginta (lo que ahora los cristianos llamamos 'antiguo testamento'). Esos mismos libros usados por la Iglesia durante más de 300 años fueron los que terminarían siendo aprobados de manera oficial en los Concilios de finales del siglo IV y principios del V (Concilio de Roma del año 382, Concilio de Hipona del año 393, Concilios III y IV de Cartago en los años 397 y 419), en que la Iglesia alcanzó a instituir de manera oficial el canon de la Biblia.
¿Pero cómo podemos asegurar que el antiguo testamento de nuestras Bíblias católicas contenía los libros que eran usados y leídos por Cristo y los apóstoles en el primer siglo? Por un dato muy sencillo: gracias a que hoy cualquier historiador y biblista serio e instruido en el tema sabe que la Iglesia de los apóstoles usaba la versión de las Escrituras conocida con el nombre de 'La Septuaginta', versión que incluía los llamados libros "deuterocanónicos".
Sin entrar en muchos detalles, puesto que es tema para un estudio aparte, la Septuaginta era el compendio de las Escrituras de los judíos traducida a lengua griega. Esta versión era una traducción de las Escrituras hebreas al griego realizada por 72 sabios judíos en Alejandría enviados para esa tarea por el Sumo Sacerdote de Jerusalén. Esta traducción comenzó a hacerse alrededor del año 275 antes de Cristo y la versión que llegaría y recibiría la Iglesia del primer siglo, se habría cerrado por allí del año 100 antes de Cristo, conteniendo ya los libros de los heroicos Macabeos que recuperaron el Templo de Jerusalén que estaba en manos del poder helénico.
Así que con estos datos nos podemos preguntar: ¿Cómo podría haber "agregado" la Iglesia Católica siete libros que ya formaban parte de un compendio de libros judíos anterior a la era cristiana?
Como podemos ver, lo que hizo la Iglesia desde sus inicios no fue "añadir" libros, sino adoptar de manera natural, por el propio uso eclesiástico que se le daba en las comunidades de los primeros cristianos, la versión Septuaginta, es decir la versión griega de las Escrituras judías, que contiene los libros de Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Baruc.
Esa versión de las Escrituras era la más usada por los judíos fuera de Palestina, esparcidos por todo el territorio del imperio, por lo cual no es extraño que ésta haya sido la versión usada por los apóstoles en su labor evangelizadora, más aun si tomamos en cuenta que tanto los judíos fuera de Palestina, así como los gentiles, hablaban griego koiné y arameo. Esta es casi con toda seguridad la razón principal por la cual los textos del nuevo testamento también fueron escritos en griego. Así que tomando en cuenta el dato de que los apóstoles usaban y leían la Septuaginta, podemos afirmar que cuando Pablo dice a Timoteo "toda escritura es inspirada por Dios" (2 Tim 3, 16) está refiriéndose también a los siete libros deuterocanónicos, ya incluidos en aquella versión del primer siglo conocida por Pablo y Timoteo, y que lamentablemente fueron separados por Lutero en la Biblia protestante en el siglo XVI a un apartado especial como "apócrifos".
Pero este último dato es muy interesante y refuerza nuestra postura, ¿pues cómo se puede decir que la Iglesia católica "añadió" libros a la Biblia, si los deuterocanónicos aparecen en la propia Biblia traducida por Lutero al alemán publicada en 1534? ¿Por qué Lutero tradujo también esos libros y los incluyó en su Biblia -aunque los haya colocado en un apartado distinto-? La respuesta es fácil: Porque ya estaban incluidos en la Biblia, ¿si no hubieran estado incluidos, por qué habría de haberlos añadido Lutero en su traducción si él ni siquiera los consideraba inspirados? La conclusión es de simple lógica, esos libros siempre estuvieron allí, lo que hizo Lutero fue separarlos, y posteriormente las editoriales protestantes los eliminaron completamente. Otro dato interesante es que la primer versión de la Biblia Reina-Valera (la versión del Oso de 1569) incluía también los libros deuterocanónicos del antiguo testamento.
"La biblia cristiana evangélica no ha sido alterada estimado. Seguimos teniendo los mismo libros que el Tanaj Hebreo. Por el contrario la ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana), agregó 7 libros, los cuales dentro de las enseñanzas de algunos de esos libros, escapa de la real doctrina dejada en los demás libros que complementan la biblia, incumpliendo el mandato de no agregar más a la palabra de Dios y o cambiar las enseñanzas. Esto sucedió, si mi memoria no me falla aprox. en los años 1600 y pico".
Leyendo su mensaje es bastante evidente que nuestro hermano separado ignora muchísimos datos de la historia de la Biblia, de la historia de la Iglesia, y del desarrollo del canon bíblico. La Iglesia católica nunca "añadió" libros al antiguo testamento, y mucho menos en un periodo tan tardío como el año 1600.
El contenido y número de libros del 'antiguo testamento' que desde la época primitiva ha usado la Iglesia católica, y sobre todo desde que se formalizó el canon, habiéndose alcanzado un consenso prácticamente general a partir de finales del siglo IV y principios del siglo V, ha sido sustancialmente el mismo. Si bien la necesidad de formalizar seriamente un canon no apareció sino hasta el siglo IV, cuando hubo diferencias y dudas no solo con respecto al antiguo, sino también al nuevo testamento, es un hecho que todos los libros encontrados hoy en el antiguo testamento de la Biblia católica, fueron usados, apreciados, admitidos y leídos desde aquel lejano primer siglo en que la Iglesia naciente daba lectura a las Escrituras en las reuniones litúrgicas de las primeras comunidades cristianas, cuando aun ni siquiera estaba redactado el nuevo testamento y las únicas Escrituras con las que se contaba eran las contenidas en la versión Septuaginta (lo que ahora los cristianos llamamos 'antiguo testamento'). Esos mismos libros usados por la Iglesia durante más de 300 años fueron los que terminarían siendo aprobados de manera oficial en los Concilios de finales del siglo IV y principios del V (Concilio de Roma del año 382, Concilio de Hipona del año 393, Concilios III y IV de Cartago en los años 397 y 419), en que la Iglesia alcanzó a instituir de manera oficial el canon de la Biblia.
¿Pero cómo podemos asegurar que el antiguo testamento de nuestras Bíblias católicas contenía los libros que eran usados y leídos por Cristo y los apóstoles en el primer siglo? Por un dato muy sencillo: gracias a que hoy cualquier historiador y biblista serio e instruido en el tema sabe que la Iglesia de los apóstoles usaba la versión de las Escrituras conocida con el nombre de 'La Septuaginta', versión que incluía los llamados libros "deuterocanónicos".
Sin entrar en muchos detalles, puesto que es tema para un estudio aparte, la Septuaginta era el compendio de las Escrituras de los judíos traducida a lengua griega. Esta versión era una traducción de las Escrituras hebreas al griego realizada por 72 sabios judíos en Alejandría enviados para esa tarea por el Sumo Sacerdote de Jerusalén. Esta traducción comenzó a hacerse alrededor del año 275 antes de Cristo y la versión que llegaría y recibiría la Iglesia del primer siglo, se habría cerrado por allí del año 100 antes de Cristo, conteniendo ya los libros de los heroicos Macabeos que recuperaron el Templo de Jerusalén que estaba en manos del poder helénico.
Así que con estos datos nos podemos preguntar: ¿Cómo podría haber "agregado" la Iglesia Católica siete libros que ya formaban parte de un compendio de libros judíos anterior a la era cristiana?
Como podemos ver, lo que hizo la Iglesia desde sus inicios no fue "añadir" libros, sino adoptar de manera natural, por el propio uso eclesiástico que se le daba en las comunidades de los primeros cristianos, la versión Septuaginta, es decir la versión griega de las Escrituras judías, que contiene los libros de Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Baruc.
Esa versión de las Escrituras era la más usada por los judíos fuera de Palestina, esparcidos por todo el territorio del imperio, por lo cual no es extraño que ésta haya sido la versión usada por los apóstoles en su labor evangelizadora, más aun si tomamos en cuenta que tanto los judíos fuera de Palestina, así como los gentiles, hablaban griego koiné y arameo. Esta es casi con toda seguridad la razón principal por la cual los textos del nuevo testamento también fueron escritos en griego. Así que tomando en cuenta el dato de que los apóstoles usaban y leían la Septuaginta, podemos afirmar que cuando Pablo dice a Timoteo "toda escritura es inspirada por Dios" (2 Tim 3, 16) está refiriéndose también a los siete libros deuterocanónicos, ya incluidos en aquella versión del primer siglo conocida por Pablo y Timoteo, y que lamentablemente fueron separados por Lutero en la Biblia protestante en el siglo XVI a un apartado especial como "apócrifos".
Pero este último dato es muy interesante y refuerza nuestra postura, ¿pues cómo se puede decir que la Iglesia católica "añadió" libros a la Biblia, si los deuterocanónicos aparecen en la propia Biblia traducida por Lutero al alemán publicada en 1534? ¿Por qué Lutero tradujo también esos libros y los incluyó en su Biblia -aunque los haya colocado en un apartado distinto-? La respuesta es fácil: Porque ya estaban incluidos en la Biblia, ¿si no hubieran estado incluidos, por qué habría de haberlos añadido Lutero en su traducción si él ni siquiera los consideraba inspirados? La conclusión es de simple lógica, esos libros siempre estuvieron allí, lo que hizo Lutero fue separarlos, y posteriormente las editoriales protestantes los eliminaron completamente. Otro dato interesante es que la primer versión de la Biblia Reina-Valera (la versión del Oso de 1569) incluía también los libros deuterocanónicos del antiguo testamento.
Así es que si esos libros aparecen hasta en las primeras versiones protestantes es porque, como ya se había dicho anteriormente, habían sido aceptados de manera oficial como parte del canon cristiano desde que el asunto de las Escrituras sagradas fue discutido en el seno de la Iglesia muchos siglos atrás.
En el siglo IV comenzó a haber discusiones sobre qué libros deberían de ser aceptados por los cristianos y cuáles no, y lejos de lo que piensan los grupos neoevangélicos, las dudas y discusiones no solo giraron entorno al número de libros que debía tener el Antiguo Testamento, sino también a los del Nuevo. Muchos protestantes y evangélicos modernos se sorprenderían al saber que en el propio siglo IV (años 300) muchas Iglesias locales eran reacias a aceptar como inspirados libros como II y III de Juan, Judas, Santiago, Hebreos y el mismo Apocalipsis (no por nada Lutero, conociendo estos antecedentes, puso en duda también estos libros en el siglo XVI).
La primera vez que se discutió el tema del canon bíblico de manera más formal fue en el Sínodo de Roma en el año 382 en que se aprueba un listado conocido como "lista de Dámaso", posiblemente propuesto por el Papa Dámaso I, que ya incluía el canon exacto que hoy tiene la Biblia católica. Este mismo listado es aprobado en el Concilio de Hipona del año 393 así como en el III Concilio de Cartago del 397 y ratificado una vez más en el IV Concilio de la misma ciudad de Cartago en el año 419. En todos esos Concilios, una y otra vez, fueron votados y aceptados por los obispos conciliares tantos los libros del Antiguo Testamento -con los deuterocanónicos siendo reconocidos como inspirados-, como los del Nuevo. Aquí cabría preguntarse, ¿cómo es posible que los protestantes acepten el listado aprobado en esos Concilios sobre el nuevo testamento, pero desconozcan lo aprobado en cuanto al antiguo? ¿Podrían acaso los Padres conciliares haber seleccionado correctamente, iluminados por el Espíritu Santo, los 27 libros del nuevo testamento y haberse equivocado en los mismos concilios con respecto al antiguo?
Un argumento usado por algunos protestantes para rechazar los llamados libros "deuterocanónicos" del Antiguo Testamento, es que durante los primeros siglos algunos Padres de la Iglesia tuvieron dudas con respeto a la inspiración de estos libros (como el propio San Jerónimo que tradujo la primer biblia del hebreo y el griego al latín, conocida como La Vulgata), pero ese argumento cae por su propio peso, pues como ya vimos, no solo existieron dudas sobre el canon veterotestamentario, sino también sobre el canon neotestamentario. ¿Aceptarán acaso nuestros hermanos evangélicos que rechazan los deuterocanónicos bajo el pretexto de que hubo dudas sobre ellos, retirar de sus biblias los libros del nuevo testamento sobre los que también hubo fuertes dudas al grado de que el tema tuvo que ser llevado a Concilios?
Dudas y diferencias sobre determinados temas han existido siempre en la Iglesia, pero esta siempre ha tenido el mecanismo de resolverlo: El Concilio, que no es otra cosa que la reunión del Magisterio para resolver las diferencias, tal y como ocurrió desde el primer siglo y se nos relata en la Biblia, cuando en Jerusalén los apóstoles y los ancianos, jefes de la Iglesia, se reunieron para resolver el tema de los judaizantes y cómo actuar con los gentiles convertidos al cristianismo. De este mismo modo, después de las dudas y discusiones sobre los libros inspirados, el Magisterio resolvió aprobar como canónicos, tanto los llamados deuterocanónicos del antiguo testamento, así como Santiago, Hebreos, Apocalipsis y Judas, cerrando la discusión.
Tristemente esto no fue lo que sucedió en la "reforma protestante", pues allí la decisión de excluir Judit, Tobías, Macabeos y los demás libros del canon bíblico no fue producto de la decisión de la Iglesia reunida en un Concilio, discerniendo, estudiando y discutiendo la cuestión, fue la decisión absolutamente arbitraria y personal de Lutero, que sin discutirlo con nadie, decidió ceñirse al canon hebreo, desconociendo lo oficialmente reconocido por la Iglesia cristiana cuando menos desde finales del siglo IV, aproximadamente 1200 años antes a Lutero.
Irónicamente, al haber reconocido el canon hebreo, y no aquel canon antiguamente sentenciado y reconocido en reiterados Concilios cristianos, Lutero, el campeón de la "sola scriptura", invalidó tácitamente la propia Escritura que nos enseña que la Iglesia es Columna y Fundamento de la Verdad, que lo que ésta ate y desate es atado y desatado en el cielo; la autoridad en temas doctrinales -como lo es el tema de qué corresponde y qué no a la Escritura- reside en la Iglesia y no en las opiniones de cualquier otra entidad paralela, como podría serlo cualquier escuela, grupo, reunión o tradición judía. Con respecto a esto, cabe decir que las opiniones judías no solo carecían ya de autoridad (sobre los cristianos) a partir de la aparición formal de la Iglesia, sino también de confiabilidad, pues siendo detractores de nuestro Señor Jesucristo, es bastante probable que lo que opinaran sobre los deuterocanónicos estuviera en cierto modo influenciado por el contenido de estos libros, pues, como decía San Agustín, en algunos de ellos se veía con más claridad la figura profetizada de Jesús y su sufrimiento a manos de los propios líderes de su pueblo.
Por último, en cuanto al falso argumento de que la Iglesia añadió estos libros "en los años 1600 y pico", y aunque ya hemos demostrado con toda contundencia que estos libros estaban en la Septuaginta desde antes de tiempos de Cristo, no está demás hablar de este punto para dejarlo completamente claro. Algunos grupos protestantes, al desconocer los datos precisos de cómo se conformó el canon bíblico, afirman que la Iglesia añadió los libros deuterocanónicos a la Biblia hasta el Concilio de Trento, en el año 1546. Quien haya seguido la lectura hasta este punto, con todos los datos que hemos aportado sobre la Septuaginta y los Concilios de la Iglesia en sus primeros siglos, reconocerá que dicha afirmación está completamente alejada de la realidad.
Lo que ocurrió en el Concilio de Trento es que la Iglesia elevó al rango de dogma el canon de la Biblia que ya existía oficialmente desde finales de los años 300. Pues frente al gran desorden que provocó la "reforma protestante", y ante la mutilación de la Biblia que llevó a cabo Lutero (que pudo haber sido más grave si no le hubieran convencido de dejar en el canon Santiago -al que consideraba "un libro de paja"-, Hebreos, Judas y el Apocalípsis -del que decía "no poder detectar de ninguna manera que fuera inspiración del Espíritu Santo"-), la Iglesia católica decidió blindar definitivamente el canon bíblico, expresando de manera clara de cuáles y cuántos libros éste constaba y decretando que nadie podía atreverse a alterarlo. Así que en Trento no se "añadieron" libros, en Trento se ratificó el canon que ya había sido seleccionado casi 1200 años antes en los Concilios de los que ya hablamos antes.
En conclusión: La Iglesia Católica no "agregó" libros a la Biblia, solo adoptó como antiguo testamento 46 libros que ya estaban contenidos en La Septuaginta desde antes de tiempos de Cristo y que fueron heredados y usados por los apóstoles. Estos libros, junto a los 27 libros del nuevo testamento fueron aprobados como canónicos e inspirados en los Concilios del siglo IV y V, y no "agregados" en el Concilio de Trento como reza la leyenda neoprotestante.
Contacto: Alfredo Rodríguez
En el siglo IV comenzó a haber discusiones sobre qué libros deberían de ser aceptados por los cristianos y cuáles no, y lejos de lo que piensan los grupos neoevangélicos, las dudas y discusiones no solo giraron entorno al número de libros que debía tener el Antiguo Testamento, sino también a los del Nuevo. Muchos protestantes y evangélicos modernos se sorprenderían al saber que en el propio siglo IV (años 300) muchas Iglesias locales eran reacias a aceptar como inspirados libros como II y III de Juan, Judas, Santiago, Hebreos y el mismo Apocalipsis (no por nada Lutero, conociendo estos antecedentes, puso en duda también estos libros en el siglo XVI).
La primera vez que se discutió el tema del canon bíblico de manera más formal fue en el Sínodo de Roma en el año 382 en que se aprueba un listado conocido como "lista de Dámaso", posiblemente propuesto por el Papa Dámaso I, que ya incluía el canon exacto que hoy tiene la Biblia católica. Este mismo listado es aprobado en el Concilio de Hipona del año 393 así como en el III Concilio de Cartago del 397 y ratificado una vez más en el IV Concilio de la misma ciudad de Cartago en el año 419. En todos esos Concilios, una y otra vez, fueron votados y aceptados por los obispos conciliares tantos los libros del Antiguo Testamento -con los deuterocanónicos siendo reconocidos como inspirados-, como los del Nuevo. Aquí cabría preguntarse, ¿cómo es posible que los protestantes acepten el listado aprobado en esos Concilios sobre el nuevo testamento, pero desconozcan lo aprobado en cuanto al antiguo? ¿Podrían acaso los Padres conciliares haber seleccionado correctamente, iluminados por el Espíritu Santo, los 27 libros del nuevo testamento y haberse equivocado en los mismos concilios con respecto al antiguo?
Un argumento usado por algunos protestantes para rechazar los llamados libros "deuterocanónicos" del Antiguo Testamento, es que durante los primeros siglos algunos Padres de la Iglesia tuvieron dudas con respeto a la inspiración de estos libros (como el propio San Jerónimo que tradujo la primer biblia del hebreo y el griego al latín, conocida como La Vulgata), pero ese argumento cae por su propio peso, pues como ya vimos, no solo existieron dudas sobre el canon veterotestamentario, sino también sobre el canon neotestamentario. ¿Aceptarán acaso nuestros hermanos evangélicos que rechazan los deuterocanónicos bajo el pretexto de que hubo dudas sobre ellos, retirar de sus biblias los libros del nuevo testamento sobre los que también hubo fuertes dudas al grado de que el tema tuvo que ser llevado a Concilios?
Dudas y diferencias sobre determinados temas han existido siempre en la Iglesia, pero esta siempre ha tenido el mecanismo de resolverlo: El Concilio, que no es otra cosa que la reunión del Magisterio para resolver las diferencias, tal y como ocurrió desde el primer siglo y se nos relata en la Biblia, cuando en Jerusalén los apóstoles y los ancianos, jefes de la Iglesia, se reunieron para resolver el tema de los judaizantes y cómo actuar con los gentiles convertidos al cristianismo. De este mismo modo, después de las dudas y discusiones sobre los libros inspirados, el Magisterio resolvió aprobar como canónicos, tanto los llamados deuterocanónicos del antiguo testamento, así como Santiago, Hebreos, Apocalipsis y Judas, cerrando la discusión.
Tristemente esto no fue lo que sucedió en la "reforma protestante", pues allí la decisión de excluir Judit, Tobías, Macabeos y los demás libros del canon bíblico no fue producto de la decisión de la Iglesia reunida en un Concilio, discerniendo, estudiando y discutiendo la cuestión, fue la decisión absolutamente arbitraria y personal de Lutero, que sin discutirlo con nadie, decidió ceñirse al canon hebreo, desconociendo lo oficialmente reconocido por la Iglesia cristiana cuando menos desde finales del siglo IV, aproximadamente 1200 años antes a Lutero.
Irónicamente, al haber reconocido el canon hebreo, y no aquel canon antiguamente sentenciado y reconocido en reiterados Concilios cristianos, Lutero, el campeón de la "sola scriptura", invalidó tácitamente la propia Escritura que nos enseña que la Iglesia es Columna y Fundamento de la Verdad, que lo que ésta ate y desate es atado y desatado en el cielo; la autoridad en temas doctrinales -como lo es el tema de qué corresponde y qué no a la Escritura- reside en la Iglesia y no en las opiniones de cualquier otra entidad paralela, como podría serlo cualquier escuela, grupo, reunión o tradición judía. Con respecto a esto, cabe decir que las opiniones judías no solo carecían ya de autoridad (sobre los cristianos) a partir de la aparición formal de la Iglesia, sino también de confiabilidad, pues siendo detractores de nuestro Señor Jesucristo, es bastante probable que lo que opinaran sobre los deuterocanónicos estuviera en cierto modo influenciado por el contenido de estos libros, pues, como decía San Agustín, en algunos de ellos se veía con más claridad la figura profetizada de Jesús y su sufrimiento a manos de los propios líderes de su pueblo.
Por último, en cuanto al falso argumento de que la Iglesia añadió estos libros "en los años 1600 y pico", y aunque ya hemos demostrado con toda contundencia que estos libros estaban en la Septuaginta desde antes de tiempos de Cristo, no está demás hablar de este punto para dejarlo completamente claro. Algunos grupos protestantes, al desconocer los datos precisos de cómo se conformó el canon bíblico, afirman que la Iglesia añadió los libros deuterocanónicos a la Biblia hasta el Concilio de Trento, en el año 1546. Quien haya seguido la lectura hasta este punto, con todos los datos que hemos aportado sobre la Septuaginta y los Concilios de la Iglesia en sus primeros siglos, reconocerá que dicha afirmación está completamente alejada de la realidad.
Lo que ocurrió en el Concilio de Trento es que la Iglesia elevó al rango de dogma el canon de la Biblia que ya existía oficialmente desde finales de los años 300. Pues frente al gran desorden que provocó la "reforma protestante", y ante la mutilación de la Biblia que llevó a cabo Lutero (que pudo haber sido más grave si no le hubieran convencido de dejar en el canon Santiago -al que consideraba "un libro de paja"-, Hebreos, Judas y el Apocalípsis -del que decía "no poder detectar de ninguna manera que fuera inspiración del Espíritu Santo"-), la Iglesia católica decidió blindar definitivamente el canon bíblico, expresando de manera clara de cuáles y cuántos libros éste constaba y decretando que nadie podía atreverse a alterarlo. Así que en Trento no se "añadieron" libros, en Trento se ratificó el canon que ya había sido seleccionado casi 1200 años antes en los Concilios de los que ya hablamos antes.
En conclusión: La Iglesia Católica no "agregó" libros a la Biblia, solo adoptó como antiguo testamento 46 libros que ya estaban contenidos en La Septuaginta desde antes de tiempos de Cristo y que fueron heredados y usados por los apóstoles. Estos libros, junto a los 27 libros del nuevo testamento fueron aprobados como canónicos e inspirados en los Concilios del siglo IV y V, y no "agregados" en el Concilio de Trento como reza la leyenda neoprotestante.
Contacto: Alfredo Rodríguez
Saludos. Creo que el problema no es si estan o no, sino como se consideren, la ICAR los considera sagrados, sin embargo en la historia temprana se consideraban solo como historicos y eclesiasticos. no como libros inspirados por Dios
ResponderEliminarSí, el problema sí es si estaban o no, porque la acusación recurrente es que la iglesia católica "los agregó" tardiamente, cuando en realidad formaban parte de las Escrituras de los primeros cristianos. Y no, no es "la ICAR" la que los considera sagrados es TODO el Cristianismo de origen apostólico, ¿sabías que todas las Iglesias cristianas orientales tienen los deuterocanónicos en sus Biblias como libros inspirados? Todos, armenios, asirios, coptos, y las 15 iglesias ortodoxas los consideran palabra divinamente inspirada, solo en el protestantismo se les rechazó 1600 años después sin ningún motivo válido.
EliminarIncluso biblistas e investigadores protestantes como David Bercot admiten que en la Iglesia primitiva estos libros eran tomados como inspirados, lo cito:
"Éstos no son libros que la Iglesia Católica añadió a las Escrituras; fueron libros que los líderes religiosos judíos quitaron de las Escrituras. Los debates acerca de la Apócrifa en el segundo siglo eran entre los cristianos, que aceptaban tales escritos como parte de la Escritura, y los incrédulos judíos, que no los aceptaban." (Los primeros cristianos y sus escritos; David Bercot).
Una simple pregunta con todo el respeto que se merece al escritor de este artículos.la pregunta es lo siguiente.porque si los 7libros deben ser considerado abla y contradicen a toda la biblia.por ejemplopedir por los muertos etc.etc? estos 7libros eran respetadas en el antiguo testamento.pero no reconocidas como palabra inspirada por Dios.
ResponderEliminarSu pregunta no se puede responder,porque los deuterocanonicos están en total consonancia con el resto de la Biblia y no se contradicen
EliminarElías, estás aplicando tu propia subjetividad y la estás convirtiendo en regla de fe. Como a ti te han enseñado en el protestantismo que no se debe pedir por los muertos, entonces, al haber un libro que habla de pedir por los muertos, tu lo descartas como "contradictorio" con la biblia, y juzgas que no pertenece a la biblia. O sea vas al revés, primero recibiste una enseñanza (que no se ora por los muertos) y luego juzgaste los libros.
Eliminar¿Por qué no lo miras al revés? Si los libros que hablan de pedir por los muertos siempre fueron aceptados por la Iglesia primitiva, admitidos en Concilios formales por obispos legítimamente instituidos como pastores de la Iglesia, luego entonces ese esos libros pertenecen a la biblia y orar por los muertos es bíblico. Si tu fe se sustenta en la Escritura, entonces debes primero preguntarte ¿cual es la Escritura? Y pues verás que en la Iglesia primitiva esos libros (Macabeos, Eclesiástico, etc.) fueron aceptados como canónicos, así que sus enseñanzas deben ser admitidas como bíblicas.
Pero ustedes juzgan esos libros de manera incorrecta. Recibieron una biblia mutilada y ahora dicen "esos libros se contradicen con la biblia"; pues no, no se contradicen, porque pertenecen a la biblia.
Además hay evidencia histórica y patrística de que los cristianos de la Iglesia primitiva de los primeros cuatro siglos oraban por los muertos, por lo está descartado que ellos juzgaran esas oraciones como contrarias a la Escritura.
Si se contradicen con el resto de palabra, la Biblia habla claramente que donde van los muertos ya no se puede hacer nada por ellos, tampoco habla jamás de purgatorios por ejemplo en clara contradicción de la Biblia entera
ResponderEliminarLibros históricos y libros inspirados, dos cosas distintas.
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