Carta abierta a los evangélicos: los necesitamos.
Otra reforma católica está en marcha, ¿se apuntan?
Otra reforma católica está en marcha, ¿se apuntan?
A mis amigos evangélicos:
Los admiro. Realmente. Y se sorprenderían al saber que muchos otros católicos también los admiran.
Admiramos su conocimiento de la Escritura y sus estudios bíblicos. Admiramos su devoción por la evangelización y las misiones. Admiramos su disponibilidad para levantarse públicamente por su fe incluso cuando signifique que se burlarán de ustedes o serán humillados.
Pero sobre todo, admiramos su profundo amor por Jesús. ¿Qué puede importar más?
Estas son todas las cosas que la Iglesia Católica tiene, por supuesto, pero los católicos no siempre vivimos nuestra fe del todo bien.
Sí, todo el mundo ha pecado, evangélicos incluidos (ustedes serían los primeros en admitir esto), pero se que ustedes son maravillosos porque fui educado en una congregación evangélica y fui al Wheaton College, el así llamado “Harvard de las escuelas evangélicas”. Algunos de lo más devotos, amorosos seguidores de Cristo que he conocido jamás son cristianos evangélicos.
No obstante, en 2010, alrededor de un mes antes de graduarme de Wheaton, me uní a la Iglesia Católica.
Antes de perder su atención, déjenme decir que la mía no es una historia más de conversión –ahora verán adónde quiero llegar.
No me fui a la Iglesia Católica porque pensara que los católicos tenían la mejor pastoral o la mejor predicación.
No fue que estaba desilusionado a causa de evangélicos hipócritas o que pensara que la Iglesia Católica estaba libre de escándalos (¿han oído algún escándalo sobre la Iglesia católica?). Y tampoco me uní a la Iglesia Católica porque pensara que personalmente conecto mejor con la liturgia o algo así.
No, me uní a la Iglesia Católica a causa de algo que estoy seguro de que pueden entender: Quería seguir a Jesús. Y estuve convencido de que la Iglesia Católica es el lugar establecido por Cristo donde se supone que la gente debe hacerlo.
Pero eso no quiere decir que recuerde mi época como evangélico negativamente. Al contrario, yo, como muchos otros evangélicos convertidos al catolicismo, estamos inmensamente agradecidos por todas las cosas maravillosas que recibimos del evangelicalismo. Me entristece decirlo, pero quizá no habría conocido la Escritura tan bien como hoy la conozco si hubiera sido educado como católico. De hecho, mi época como evangélico me preparó para ser mejor católico.
Lo que me lleva al punto principal de esta carta: Los necesitamos.
Nos dice San Pablo en 1 Co 12 que hay muchas partes del Cuerpo de Cristo, cada una con un papel único e indispensable. “El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». (v. 21) Como los cristianos bautizados, los evangélicos tienen dones que la Iglesia necesita para llevar a cabo con efectividad su misión de salvar almas – dones que estamos profundamente perdiendo.
Me refiero a un problema que a muchos de ustedes les preocupa: el Cuerpo de Cristo está sufriendo en su testimonio del Evangelio porque no estamos unidos y trabajando conjuntamente.
Ahora, como ya expliqué en otro lado, no creo que la sola scriptura sea suficiente para establecer unidad entre los cristianos. Llevamos varios siglos de proyecto protestante, y pienso que es claro para todos que esta doctrina sólo conduce a interminables divisiones, a un pluralismo de bajo común denominador, y al aislamiento. Pero no a la unidad como Iglesia.
Por eso, pienso que debemos regresar a la fuente: La Iglesia primitiva, la Iglesia de los mártires y santos, la Iglesia fundada por Cristo, con obispos sucediendo a los Apóstoles, la Iglesia Universal (Católica). Eso es lo que he hecho.
Pero esperen un momento, ustedes dicen, "¿no es la Iglesia católica corrupta? ¿No necesitó acaso una reforma?".
La Iglesia Católica siempre necesita reformarse, al menos en lo que se refiere a la santidad y fidelidad de sus miembros. Era cierto en el siglo I, era cierto en el siglo XVI, y sigue siendo verdad al día de hoy.
Y es ahí donde ustedes entran. Necesitamos su ayuda con otra auténtica reforma católica.
Verán, los reformadores protestantes no fueron los primeros en buscar la reforma Cristiana. Muchos de los más grandes santos de la Iglesia fueron reformadores durante épocas de terrible corrupción e infidelidad. Quizá podrían elevar la mirada a algunos de ellos: San Gregorio Magno, San Benito de Nursia, Santa Catalina de Siena, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Asís, y muchos otros.
Pero, ¿recuerdan el mensaje que San Francisco de Asís oyó de Jesús? Si no conocen la historia, él estaba orando en una pequeña y tambaleante capilla fuera de la ciudad cuando Jesús le habló desde el crucifijo, “Francisco, repara mi Iglesia, pues está en ruinas”. Francisco originalmente tomó este mensaje como una orden de reparar el edificio de la iglesia, pero se volvió claro con el tiempo que Dios lo había llamado a reformar la Iglesia espiritualmente.
Noten que Francisco fue llamado a reparar la Iglesia, no a comenzar una nueva. Necesitamos levantar la Iglesia que Jesús fundó, no llevárnosla con nosotros para comenzar una nueva Iglesia versión 2.0.
Esta es la diferencia entre los santos y los reformadores protestantes. Los santos buscaron una reforma dentro de la Iglesia, mientras que los reformadores protestantes escogieron el cisma – y hemos estado lidiando con el resultado desastroso desde entonces.
Claro, los reformadores protestantes escogieron esa ruta porque diagnosticaron que los problemas en la Iglesia no eran meramente de carácter moral, sino doctrinal. Aunque luego ellos mismos no pudieron ponerse de acuerdo sobre cual era la doctrina correcta.
Al día de hoy, no estoy convencido de que la mayoría de los evangélicos realmente tengan un problema con la mayoría del verdadero Catolicismo. Los católicos creen que la gente se salva sólo por Jesús, que es Dios encarnado y el único digno de nuestra adoración; creemos en la absoluta necesidad de la gracia y misericordia de Dios para la salvación; creemos que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada e inapelable en todo lo que dice; creemos en el pecado y el juicio, el cielo y el infierno, la urgente necesidad de evangelización, en el arrepentimiento, la fe, la esperanza y el amor, etc.
Sí, hay áreas de desacuerdo significativo: la precisa naturaleza de la justificación, el número de libros en el Antiguo Testamento, el rol de la tradición oral, los Sacramentos, etc. Pero es por eso que tenemos una Iglesia, que la Escritura la llama “columna y fundamento de la verdad.” (1 Tim 3.15): para corregirnos cuando estamos mal. Escoger una iglesia solo porque está de acuerdo con la teología de uno es lo opuesto a como la Iglesia fue concebida para hacer y funcionar.
Y mientras ciertos líderes evangélicos están obviamente muy comprometidos con sus particulares modificaciones de estas doctrinas, no estoy seguro de que la mayoría de evangélicos comunes y corrientes estén tan interesados realmente con estas posturas. Si eres un evangélico que está más interesado en “sólo seguir a Jesús” que continuar los intrincados debates teológicos de los últimos siglos, insinuo que no tienes una buena razón para seguir siendo protestante, puesto que fueron esos debates los que causaron el cisma desde el principio. De hecho, el Magisterio vivo de la Iglesia podría ser lo que estás buscando: con su recta autoridad, fundamentada en Cristo, para establecer límites para interpretar las Escrituras y resolver discusiones, ofrece un camino a la gente para dejar atrás las disputas interminables (pero sin abandonar totalmente la teología) y centrarse mejor en seguir a Jesús.
Claro está, como ya dije, el Catolicismo vivido tiene problemas. Pero me gustaría desafiarlos a mirar los problemas de manera diferente. En lugar de usar los problemas como munición contra la unidad cristiana, ¿podrían ayudarnos a mejorar las cosas?
En otras palabras, ¿podrían tomar lo mejor del Evangelicalismo – su fervor por la evangelización, su conocimiento de la Escritura, su compromiso creativo de la cultura, etc. – y traerlo con ustedes a la Iglesia Católica para enriquecerla desde dentro?
Si lamentan que la mayoría de católicos no conocen la Escritura, por ejemplo, entonces vengan a la Iglesia Católica y empiecen estudios bíblicos. Si lamentan que los católicos no estén evangelizando, inicien un programa de entrenamiento de evangelización para católicos. O cualquier otra cosa para la que se sientan inspirados. Pero intenten arreglar los problemas.
Y no estarán totalmente solos. Se sorprenderían de saber que muchos antiguos evangélicos ya están haciendo esto. De hecho, en las últimas décadas ha habido un sorprendente giro en la historia, un giro que nadie en el pasado no tan lejano podría haber visto venir: desde los escombros de las heréticas, escandalosas y sacrílegas tonterías que han estado consumiendo a la Iglesia Católica en las últimas décadas, Dios aparentemente ha decidido producir parte de su Reforma a través de un pequeño pero significativo goteo de conversiones de un grupo que ha considerado históricamente al Catolicismo su peor enemigo: el Protestantismo Evangélico.
Realmente, ¿quién vio eso venir? Pero eso es lo que tiene Dios para ti.
Pasen algún tiempo en círculos católicos, y rápidamente se darán cuenta que muchos (ciertamente no todos) de los católicos que están llevando nuevos ministerios, elaborando nuevos programas, o quienes intentan revitalizar la auténtica vida católica son convertidos del Evangelicalismo.
Pero hay mucho trabajo por hacer.
Motivo por lo cual los necesitamos.
La puerta está abierta. Los estoy invitando a volver a la plena comunión con la Iglesia Católica para que podamos trabajar conjuntamente y hacer lo que los reformadores protestantes debieron haber hecho: reformar la Iglesia que Cristo nos dio.
Les advierto con toda sinceridad: es un trabajo duro. A veces parecerá que no estamos haciendo ningún progreso. Encontrarán resistencia de los católicos acomodados en su status quo, y podrían sentirse a veces tentados de sacar otro Lutero. Pero realmente creo que si, como los santos antes que nosotros, con absoluta dependencia en la gracia de Dios, perseveramos en la humildad, la paciencia, la oración, y la diaria conversión personal, podremos hacer diferencia.
Luego, fortalecidos con todos los dones del Cuerpo de Cristo trabajando juntos en el camino que Cristo había previsto, podremos más efectivamente salir a salvar algunas almas.
¿Se apuntan?
En Cristo,
Brantly.
Brantly Millegan es un ex-evangélico convertido al Cristianismo católico. Tiene una licenciatura en Filosofia en Wheaton College, una maestría en Teología por el Saint Paul Seminary School of Divinity y está cursando un doctorado en Teología con especialidad en teología moral por la Catholic University of America. Además es el fundador y editor de ChurchPOP (www.churchpop.com) y editor y colaborador de otros sitios católicos como aleteia.org
Los admiro. Realmente. Y se sorprenderían al saber que muchos otros católicos también los admiran.
Admiramos su conocimiento de la Escritura y sus estudios bíblicos. Admiramos su devoción por la evangelización y las misiones. Admiramos su disponibilidad para levantarse públicamente por su fe incluso cuando signifique que se burlarán de ustedes o serán humillados.
Pero sobre todo, admiramos su profundo amor por Jesús. ¿Qué puede importar más?
Estas son todas las cosas que la Iglesia Católica tiene, por supuesto, pero los católicos no siempre vivimos nuestra fe del todo bien.
Sí, todo el mundo ha pecado, evangélicos incluidos (ustedes serían los primeros en admitir esto), pero se que ustedes son maravillosos porque fui educado en una congregación evangélica y fui al Wheaton College, el así llamado “Harvard de las escuelas evangélicas”. Algunos de lo más devotos, amorosos seguidores de Cristo que he conocido jamás son cristianos evangélicos.
No obstante, en 2010, alrededor de un mes antes de graduarme de Wheaton, me uní a la Iglesia Católica.
Antes de perder su atención, déjenme decir que la mía no es una historia más de conversión –ahora verán adónde quiero llegar.
No me fui a la Iglesia Católica porque pensara que los católicos tenían la mejor pastoral o la mejor predicación.
No fue que estaba desilusionado a causa de evangélicos hipócritas o que pensara que la Iglesia Católica estaba libre de escándalos (¿han oído algún escándalo sobre la Iglesia católica?). Y tampoco me uní a la Iglesia Católica porque pensara que personalmente conecto mejor con la liturgia o algo así.
No, me uní a la Iglesia Católica a causa de algo que estoy seguro de que pueden entender: Quería seguir a Jesús. Y estuve convencido de que la Iglesia Católica es el lugar establecido por Cristo donde se supone que la gente debe hacerlo.
Pero eso no quiere decir que recuerde mi época como evangélico negativamente. Al contrario, yo, como muchos otros evangélicos convertidos al catolicismo, estamos inmensamente agradecidos por todas las cosas maravillosas que recibimos del evangelicalismo. Me entristece decirlo, pero quizá no habría conocido la Escritura tan bien como hoy la conozco si hubiera sido educado como católico. De hecho, mi época como evangélico me preparó para ser mejor católico.
Lo que me lleva al punto principal de esta carta: Los necesitamos.
Nos dice San Pablo en 1 Co 12 que hay muchas partes del Cuerpo de Cristo, cada una con un papel único e indispensable. “El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito», ni la cabeza, a los pies: «No tengo necesidad de ustedes». (v. 21) Como los cristianos bautizados, los evangélicos tienen dones que la Iglesia necesita para llevar a cabo con efectividad su misión de salvar almas – dones que estamos profundamente perdiendo.
Me refiero a un problema que a muchos de ustedes les preocupa: el Cuerpo de Cristo está sufriendo en su testimonio del Evangelio porque no estamos unidos y trabajando conjuntamente.
Ahora, como ya expliqué en otro lado, no creo que la sola scriptura sea suficiente para establecer unidad entre los cristianos. Llevamos varios siglos de proyecto protestante, y pienso que es claro para todos que esta doctrina sólo conduce a interminables divisiones, a un pluralismo de bajo común denominador, y al aislamiento. Pero no a la unidad como Iglesia.
Por eso, pienso que debemos regresar a la fuente: La Iglesia primitiva, la Iglesia de los mártires y santos, la Iglesia fundada por Cristo, con obispos sucediendo a los Apóstoles, la Iglesia Universal (Católica). Eso es lo que he hecho.
Pero esperen un momento, ustedes dicen, "¿no es la Iglesia católica corrupta? ¿No necesitó acaso una reforma?".
La Iglesia Católica siempre necesita reformarse, al menos en lo que se refiere a la santidad y fidelidad de sus miembros. Era cierto en el siglo I, era cierto en el siglo XVI, y sigue siendo verdad al día de hoy.
Y es ahí donde ustedes entran. Necesitamos su ayuda con otra auténtica reforma católica.
Verán, los reformadores protestantes no fueron los primeros en buscar la reforma Cristiana. Muchos de los más grandes santos de la Iglesia fueron reformadores durante épocas de terrible corrupción e infidelidad. Quizá podrían elevar la mirada a algunos de ellos: San Gregorio Magno, San Benito de Nursia, Santa Catalina de Siena, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Asís, y muchos otros.
Pero, ¿recuerdan el mensaje que San Francisco de Asís oyó de Jesús? Si no conocen la historia, él estaba orando en una pequeña y tambaleante capilla fuera de la ciudad cuando Jesús le habló desde el crucifijo, “Francisco, repara mi Iglesia, pues está en ruinas”. Francisco originalmente tomó este mensaje como una orden de reparar el edificio de la iglesia, pero se volvió claro con el tiempo que Dios lo había llamado a reformar la Iglesia espiritualmente.
Noten que Francisco fue llamado a reparar la Iglesia, no a comenzar una nueva. Necesitamos levantar la Iglesia que Jesús fundó, no llevárnosla con nosotros para comenzar una nueva Iglesia versión 2.0.
Esta es la diferencia entre los santos y los reformadores protestantes. Los santos buscaron una reforma dentro de la Iglesia, mientras que los reformadores protestantes escogieron el cisma – y hemos estado lidiando con el resultado desastroso desde entonces.
Claro, los reformadores protestantes escogieron esa ruta porque diagnosticaron que los problemas en la Iglesia no eran meramente de carácter moral, sino doctrinal. Aunque luego ellos mismos no pudieron ponerse de acuerdo sobre cual era la doctrina correcta.
Al día de hoy, no estoy convencido de que la mayoría de los evangélicos realmente tengan un problema con la mayoría del verdadero Catolicismo. Los católicos creen que la gente se salva sólo por Jesús, que es Dios encarnado y el único digno de nuestra adoración; creemos en la absoluta necesidad de la gracia y misericordia de Dios para la salvación; creemos que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada e inapelable en todo lo que dice; creemos en el pecado y el juicio, el cielo y el infierno, la urgente necesidad de evangelización, en el arrepentimiento, la fe, la esperanza y el amor, etc.
Sí, hay áreas de desacuerdo significativo: la precisa naturaleza de la justificación, el número de libros en el Antiguo Testamento, el rol de la tradición oral, los Sacramentos, etc. Pero es por eso que tenemos una Iglesia, que la Escritura la llama “columna y fundamento de la verdad.” (1 Tim 3.15): para corregirnos cuando estamos mal. Escoger una iglesia solo porque está de acuerdo con la teología de uno es lo opuesto a como la Iglesia fue concebida para hacer y funcionar.
Y mientras ciertos líderes evangélicos están obviamente muy comprometidos con sus particulares modificaciones de estas doctrinas, no estoy seguro de que la mayoría de evangélicos comunes y corrientes estén tan interesados realmente con estas posturas. Si eres un evangélico que está más interesado en “sólo seguir a Jesús” que continuar los intrincados debates teológicos de los últimos siglos, insinuo que no tienes una buena razón para seguir siendo protestante, puesto que fueron esos debates los que causaron el cisma desde el principio. De hecho, el Magisterio vivo de la Iglesia podría ser lo que estás buscando: con su recta autoridad, fundamentada en Cristo, para establecer límites para interpretar las Escrituras y resolver discusiones, ofrece un camino a la gente para dejar atrás las disputas interminables (pero sin abandonar totalmente la teología) y centrarse mejor en seguir a Jesús.
Claro está, como ya dije, el Catolicismo vivido tiene problemas. Pero me gustaría desafiarlos a mirar los problemas de manera diferente. En lugar de usar los problemas como munición contra la unidad cristiana, ¿podrían ayudarnos a mejorar las cosas?
En otras palabras, ¿podrían tomar lo mejor del Evangelicalismo – su fervor por la evangelización, su conocimiento de la Escritura, su compromiso creativo de la cultura, etc. – y traerlo con ustedes a la Iglesia Católica para enriquecerla desde dentro?
Si lamentan que la mayoría de católicos no conocen la Escritura, por ejemplo, entonces vengan a la Iglesia Católica y empiecen estudios bíblicos. Si lamentan que los católicos no estén evangelizando, inicien un programa de entrenamiento de evangelización para católicos. O cualquier otra cosa para la que se sientan inspirados. Pero intenten arreglar los problemas.
Y no estarán totalmente solos. Se sorprenderían de saber que muchos antiguos evangélicos ya están haciendo esto. De hecho, en las últimas décadas ha habido un sorprendente giro en la historia, un giro que nadie en el pasado no tan lejano podría haber visto venir: desde los escombros de las heréticas, escandalosas y sacrílegas tonterías que han estado consumiendo a la Iglesia Católica en las últimas décadas, Dios aparentemente ha decidido producir parte de su Reforma a través de un pequeño pero significativo goteo de conversiones de un grupo que ha considerado históricamente al Catolicismo su peor enemigo: el Protestantismo Evangélico.
Realmente, ¿quién vio eso venir? Pero eso es lo que tiene Dios para ti.
Pasen algún tiempo en círculos católicos, y rápidamente se darán cuenta que muchos (ciertamente no todos) de los católicos que están llevando nuevos ministerios, elaborando nuevos programas, o quienes intentan revitalizar la auténtica vida católica son convertidos del Evangelicalismo.
Pero hay mucho trabajo por hacer.
Motivo por lo cual los necesitamos.
La puerta está abierta. Los estoy invitando a volver a la plena comunión con la Iglesia Católica para que podamos trabajar conjuntamente y hacer lo que los reformadores protestantes debieron haber hecho: reformar la Iglesia que Cristo nos dio.
Les advierto con toda sinceridad: es un trabajo duro. A veces parecerá que no estamos haciendo ningún progreso. Encontrarán resistencia de los católicos acomodados en su status quo, y podrían sentirse a veces tentados de sacar otro Lutero. Pero realmente creo que si, como los santos antes que nosotros, con absoluta dependencia en la gracia de Dios, perseveramos en la humildad, la paciencia, la oración, y la diaria conversión personal, podremos hacer diferencia.
Luego, fortalecidos con todos los dones del Cuerpo de Cristo trabajando juntos en el camino que Cristo había previsto, podremos más efectivamente salir a salvar algunas almas.
¿Se apuntan?
En Cristo,
Brantly.
Brantly Millegan es un ex-evangélico convertido al Cristianismo católico. Tiene una licenciatura en Filosofia en Wheaton College, una maestría en Teología por el Saint Paul Seminary School of Divinity y está cursando un doctorado en Teología con especialidad en teología moral por la Catholic University of America. Además es el fundador y editor de ChurchPOP (www.churchpop.com) y editor y colaborador de otros sitios católicos como aleteia.org
el escrito de diagnóstico lo sabemos ; el trabajo para converger en la única iglesia está por realizarlo , ud. y yo que hacemos para llevarlo a cabo ?
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