Cristianismo Católico
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lunes, 19 de abril de 2021
¿Dios y Jesús son la misma persona?
sábado, 6 de marzo de 2021
Análisis: La Celebración de la Santa Misa en Lengua Vernácula
Ensayo Final - Teología de la Comunicación
por Erasmo I. Maldonado Pacheco.
“Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la Gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Así alcanzarán la perfección en la unidad, y el mundo conocerá que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me amas a mí”. – Jn 17, 21-23
El 7 de marzo de 1965 el Papa Pablo VI celebró la primera Eucaristía en italiano en la parroquia Todos los Santos en Roma. Tras siglos de que el Rito Romano se celebrara en latín, este acontecimiento, fruto de los esfuerzos del Concilio Vaticano II, marcó un parteaguas en la Liturgia de la Iglesia. Siendo la Eucaristía “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (LG 11, citado en Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], 1997, numeral 1324) hacia la cual se ordenan y están unidos “los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado” (PO 5, citado en CIC, 1997, numeral 1324), puede deducirse que la incorporación de la lengua vernácula en la Liturgia traería consigo importantes efectos para la Vida de la Iglesia. En palabras del Papa Pablo VI:
Se inaugura hoy la nueva forma de la Liturgia en todas las parroquias e iglesias del mundo, para todas las Misas en las que participa el pueblo. Es un gran acontecimiento que se recordará como principio de abundante vida espiritual, como un compromiso nuevo para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre. (Jiménez, 2015)Con respecto al porqué de este cambio, en la Constitución Dogmática sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium del CVII se establece que
…como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos… (Concilio Vaticano II, 1963, sección 36, 2)
A este respecto, Gianni Todescato, el párroco italiano que asistió al Beato Pablo VI en la redacción del primer Misal en lengua vernácula, comenta lo siguiente:
Claramente cambió la óptica de cómo se veía la Misa. Cuando era en latín, el 99 por ciento de la gente no entendía nada. Un sacerdote pronunciaba las palabras y poquísima gente, solo el público cultísimo podía seguirlas. De modo que el cambio a la lengua viva, el italiano, cambió la ambientación de la Misa, y permitió entender los textos sagrados y seguirla. (Jiménez, 2015)
El Padre Todescato “…sentía la exigencia de este cambio para que la Misa fuera un servicio efectivo a la sensibilidad de la gente” (Jiménez, 2015). Así, podemos sintetizar los puntos anteriores diciendo que la incorporación de la lengua vernácula en la Sagrada Liturgia fue muy útil para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre facilitando el entendimiento de su Palabra y el seguimiento de la Eucaristía buscando que Ésta fuera un servicio más efectivo a la sensibilidad de la gente.
Análisis desde la Teología de la Comunicación
La Santa Misa, en su riqueza inagotable, recibe múltiples nombres: Eucaristía, Santo Sacrificio, Fracción del Pan, Banquete del Señor, Santísimo Sacramento, Asamblea Eucarística. Asimismo, ésta puede ser vista como un evento comunicativo. En Ella queda manifestada una continuidad en la forma en que Dios ha hablado al hombre a lo largo de la historia de Salvación, a través de hechos y palabras. En sus dos partes, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, Dios se comunica a su pueblo a través de su Palabra que primero es proclamada y después es acogida en los corazones de sus hijos e hijas en la Sagrada Comunión. Es precisamente en la Comunión que vemos alcanzado el objetivo último de la comunicación. Dios se comunica para llevarnos a la comunión íntima con Él y con los miembros de su Iglesia, para llevarnos a participar de su Vida Divina que es Comunión Trinitaria. En esta comunión en su doble dimensión divina y humana, de la cual la Iglesia es signo e instrumento por tanto sacramento de salvación, encuentra el ser humano su vocación última y el sentido de su existencia.
En la Santa Misa la Iglesia nos comunica a la única Palabra de Dios, Jesucristo, que se encarna en palabras humanas en los textos sagrados y en nuestra propia carne en los signos del Pan y del Vino. En su condescendencia bondadosa, Dios ha tenido a bien este acercamiento encarnado a nuestra condición humana movido por su designio amoroso de salvación y redención. En Jesús, Dios nos ha dicho todo, Él es mediador y plenitud de toda la Revelación, de la autocomunicación de Dios con toda la humanidad. Palabra de Dios y Dios mismo, en Jesucristo significado y significante son también uno mismo, en Él se realiza la comunicación perfecta de Dios con el hombre pues quien lo ve a Él, ve al Padre y en quien Él está, está también el Padre. El Amor es el origen, sustento y finalidad de esta comunión/comunicación.
Del latín a la lengua vernácula y su relación con el Misterio Trinitario
Los cambios propuestos y gradualmente incorporados en la Liturgia como resultado del CVII encontraron y siguen encontrando resistencia por parte de miembros del Cuerpo de Cristo que ven en estos una discontinuidad con las disposiciones litúrgicas de la Misa Tridentina. Para ellos, esta discontinuidad parece representar una separación con la teología católica de la Misa. El uso del latín en la Liturgia era justificado por la naturaleza de la Iglesia que abraza a todas las naciones y requiere por tanto de un idioma universal e inmutable. El Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei Sobre la Sagrada Liturgia hace un balance entre esta posición y la propuesta por el CVII con respecto a la incorporación de la lengua vernácula declarando que:
El empleo de la lengua latina, vigente en una gran parte de la Iglesia, es un claro y hermoso signo de la unidad y un antídoto eficaz contra toda corrupción de la pura doctrina. No quita esto que el empleo de la lengua vulgar en muchos ritos, efectivamente, pueda ser muy útil para el pueblo; (Pío XII, 1947, sección 77)
Puede discernirse con la luz del Espíritu Santo que la motivación detrás del uso del latín en la Sagrada Liturgia está enraizada en un anhelo elogiable y acertado de unidad y de universalidad coherente con la Catolicidad de la Iglesia. Podemos rastrear los orígenes de este anhelo a la unidad de Dios que quiere que seamos uno, así como Él es uno. Sin embargo, considero que la clave para resolver estas diferencias litúrgicas está en reconocer que esta unidad de Dios, a la cual nos llama, es una unidad trinitaria, una unidad de personas. Felicísimo Martínez Diez (1994) nos dice con respecto al monoteísmo absoluto atrinitario que “el ideal correspondiente a una representación monoteísta de Dios es la uniformidad” (pág. 82). Esta concepción del monoteísmo apuesta por la unidad absoluta en contra de toda pluralidad, desconoce la alteridad y, por consiguiente, imposibilita el diálogo y la comunicación.
Por otra parte, el autor presenta en contraste la concepción trinitaria de Dios que…
…armoniza la unidad y la pluralidad, la identidad y la alteridad personal. De esta forma hace posible el diálogo y la comunicación. (…) De aquí surge un modelo de convivencia basado en el reconocimiento de la alteridad y la igualdad, en el respeto de las diferencias y la práctica de la comunicación. (pág. 85)
La formulación de la doctrina de la Trinidad se remonta a los primeros siglos de la Iglesia y “es el misterio central de la fe y de la vida cristiana” (CIC, 1997, numeral 234). Es claro que ésta ha guiado y nutrido el desarrollo de la Liturgia a lo largo la historia. Sin embargo, sabemos que, aunque la Revelación, alma de la Sagrada Doctrina, “esté acabada, no está completamente explicitada” y que “corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos” (CIC, 1997, numeral 66). En la misma línea del Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana de San John Henry Newman, la tesis del autor de este ensayo es que el desarrollo de la doctrina de la Trinidad con todas sus implicaciones, posibilidades y aspectos, incluyendo sus corolarios litúrgicos, ha sido gradual y en respuesta a las necesidades y realidades de cada época. Reflexionar y profundizar en nuestra Fe en Dios que es comunión trinitaria de personas de igual naturaleza abre el camino para el reconocimiento de que la comunión es posible en la pluralidad. Así, se descubre que el anhelo de unidad y de universalidad que motivó el uso del latín en la Liturgia es el mismo que mueve la incorporación en esta ya no sólo de la lengua, sino también de lo Bueno, Bello y Verdadero que hay en la cultura particular de cada pueblo. Leemos al respecto en Sacrosanctum Concilium:
La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia: por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva integro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico. (Concilio Vaticano II, 1963, sección 37)
Recordemos que la pluralidad de las naciones, cada una con su lengua, es un orden “destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que unánime en su perversidad, quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel” (CIC, 1997, numeral 57). Pudiera rastrearse el origen del establecimiento del latín como lengua universal de la Iglesia a este anhelo de vuelta a la unidad originaria del género humano en Dios cuando todo el mundo tenía un mismo idioma, sin olvidar la raíz latina-romana de la Fe y la precisión que la lengua latina daba a la Teología y a la Liturgia, pero, siguiendo al Espíritu Santo en Pentecostés, la Iglesia reconoce que aún se encuentra en el tiempo de las naciones y que, según la Economía divina establecida con éstas, se hace necesario acercarse a los pueblos reconociendo su alteridad lingüística y cultural.
Nuestra limitación humana en relación con la dimensión paradójica de las verdades de la Fe ha suscitado en la historia de la Iglesia discusiones y diferencias. Se vislumbra que en la resolución de las diferencias mencionadas en el seno de la Iglesia entre quienes apoyan o resisten las reformas a la Liturgia con respecto a la incorporación de la lengua vernácula, se encuentra nuevamente la necesidad de reconocer que el Catolicismo “celebra la unidad de los contrarios (…) de tal forma que la energía completa de los elementos opuestos permanece” (Barron, 2016, pág. xiii). De esta unidad de los contrarios Felicísimo Martínez Diez (1994) presenta como ejemplos: “Dios es uno y trino al mismo tiempo, Cristo es hombre y Dios al mismo tiempo (…) somos libres pero es Dios quien nos da la gracia” (pág. 86). Tener en cuenta esta dimensión paradójica de la Fe ilumina la posibilidad de la armonía entre la unidad y la pluralidad, conceptos que parecen estar en el núcleo del disenso entre las partes. El modelo de esta armonía es Dios uno y trino en cuya Vida Divina hemos de profundizar y Comulgar para llegar a ser uno, como Dios es uno.
Barron, R. (2016). Vibrant Paradoxes: The Both/And of Catholicism. Skokie: Word on Fire Catholic Ministries.
Concilio Vaticano II. (1963, diciembre 4). Constitución <i>Sacrosanctum concilium</i> sobre la Sagrada Liturgia. Recuperado de La Santa Sede: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html
Iglesia Católica. (1997). Catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Jiménez, M. (2015, marzo 7). Hace 50 años Pablo VI celebró la primera Misa que no era en latín. Recuperado de aciprensa.com: https://www.aciprensa.com/noticias/hace-50-anos-se-celebro-la-primera-misa-en-italiano-habla-el-sacerdote-que-asistio-a-pablo-vi-62656
Martínez Diez, F. (1994). Teología de la Comunicación. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Pío XII. (1947, noviembre 20). Mediator Dei (20 de noviembre de 1947) | PIUS XII. Recuperado de La Santa Sede: http://www.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_20111947_mediator-dei.html
sábado, 12 de diciembre de 2020
Estudio bíblico de pastor protestante explica quien es la "gran ramera" (y NO es la Iglesia católica).
Dejando de lado las innumerables diferencias que mantienen divididos a los grupos evangélicos modernos, hay una posición en la que encuentran consenso, y es en la de interpretar a la "gran ramera del apocalipsis" como la Iglesia católica; esta interpretación prácticamente es una "verdad absoluta" para esos grupos. Y si bien muchos apologistas católicos han contestado a este ataque con muy buenos argumentos, pensamos que quizá sea aún más convincente para estas personas conocer la interpretación bíblica de un propio protestante, que deja claro que la gran ramera NO es la Iglesia católica. ¿Entonces quien es la "gran ramera"? Que sea el propio estudio bíblico del pastor David Chilton el que lo responda:
(Apocalipsis 17-19)
Un rey que ha fundado una ciudad, lejos de abandonarla cuando, por el descuido de sus habitantes, es atacada por ladrones, la venga y la salva de la destrucción, preocupándole más su propio honor que el descuido de la gente. Mucho menos, pues, abandonó la Palabra del Padre bondadoso a la raza humana que Él había llamado a la vida; pero, más bien, ofreciendo su propio cuerpo, abolió la muerte en la cual los seres humanos habían incurrido, y corrigió el descuido de ellos con sus propias enseñanzas. Así, con su propio poder, restauró la completa naturaleza del hombre.
Atanasio, On the Incarnation [10]
El libro de Apocalipsis nos presenta dos grandes ciudades, antitéticas entre sí: Babilonia y la Nueva Jerusalén. Como veremos en un capítulo posterior, la Nueva Jerusalén es el paraíso consumado, la comunidad de los santos, la ciudad de Dios. La otra ciudad, a la que constantemente se la contrasta con la Nueva Jerusalén, es la antigua Jerusalén, que se ha vuelto infiel a Dios. Si conociéramos mejor nuestras Biblias, esto sería evidente inmediatamente, porque la mayor parte del lenguaje que describe a "Babilonia" ha sido tomado de otras descripciones bíblicas de Jerusalén. Consideremos algo de la información que Juan proporciona sobre esta perversa ciudad.
Primero, se nos dice que ella es "la gran ramera ... con la cual han fornicado los reyes de la tierra" (Apoc. 17:1-2). Esta llamativa descripción de una ciudad-ramera que fornica con las naciones procede de Isaías 57 y Ezequiel 16 y 23, donde Jerusalén es representada como la Esposa de Dios que se ha vuelto prostituta. El pueblo de Jerusalén había abandonado la verdadera fe y se había vuelto a los dioses paganos y a las naciones impías en busca de ayuda, más bien que a la confianza en Dios para que fuese su protector y libertador. Usando lenguaje tan explícito que la mayoría de los pastores no quieren predicar sobre estos capítulos, Ezequiel condena a Jerusalén como una ramera degradada y lasciva. "Abriste tus piernas a cualquiera que pasaba, y fornicaste sin cesar" (Eze. 16.25). Juan ve a la ramera sentada en un desierto, un símbolo que ya hemos considerado bastante como imagen de la maldición; además, la imagen específica de Jerusalén como ramera en un desierto se usa en Jeremías 2-3 y Oseas 2.
La ramera en el desierto, dice Juan, está sentada sobre la bestia (Apoc. 17:3), representando su dependencia del Imperio Romano para su existencia nacional y poderío; por el testimonio del Nuevo Testamento, no hay duda de que Jerusalén estaba, política y religiosamente, "fornicando" con el imperio pagano, cooperando con Roma en la crucifixión de Cristo y la persecución homicida de los cristianos. Desarrollando aun más este aspecto del simbolismo, un ángel le dice a Juan más sobre la bestia: "Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo" (Apoc. 17:9-10). Los "siete montes" nuevamente identifican la bestia como Roma, famosa por sus "siete colinas"; pero éstas también corresponden a la línea de los Césares. Cinco han caído: los primeros cinco Césares eran Julio, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio. Uno es: Nerón, el sexto César, estaba en el trono cuando Juan escribía el Apocalipsis. El otro ... debe permanecer breve tiempo: Galba, el séptimo César, reinó durante siete meses.
El nombre simbólico dado a la ramera era Babilonia la grande (Apoc. 17:5), un recordatorio de la ciudad del Antiguo Testamento que era el epítome de la rebelión contra Dios (ver Gén. 11:1-9; Jer. 50-51). Esta nueva y mayor Babilonia, la "madre de las rameras", está ebria con la sangre de los santos, y con la sangre de los testigos de Jesús" (Apoc. 17:6). Más tarde, Juan nos dice que "en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra" (Apoc. 18:24). Esta afirmación suena familiar, ¿verdad? Viene de un pasaje que hemos considerado varias veces antes: la condena de Jerusalén por Jesús.
Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra ... (Apoc. 18:24). De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! (Mat. 23:34-37).
Históricamente, Jerusalén es la que siempre había sido la gran ramera, cayendo constantemente en la apostasía y persiguiendo a los profetas (Hech. 7:51-52); Jerusalén era el lugar donde los profetas eran asesinados (Lucas 13:33). No podemos captar el mensaje de Apocalipsis si no reconocemos su carácter central como documento de pacto, legal; como los escritos de Amós y otros profetas del Antiguo Testamento, Apocalipsis representa una demanda de pacto, que acusa a Jerusalén de violar el pacto y declara su juicio.
Juan recuerda que los "diez reyes", los gobernantes sujetos al imperio, se unen a la bestia contra Cristo: "Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero" - ¿y cuál será el resultado? "Y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles" (Apoc. 17:13-14). Juan asegura a la iglesia que, en su terrible y terrorífico conflicto con el tremendo poder de la Roma imperial, la victoria de Cristo está garantizada.
En este punto, el centro de atención parece cambiar. Dice Juan que, cuando la guerra entre César y Cristo se caliente, los pueblos del imperio "aborrecerán a la ramera y la dejarán desolada [ver Mat. 24:15] y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios" (Apoc. 17:16-17; ver 18:6-8). Jerusalén había fornicado con las naciones paganas, pero, en el año 70 D. C., éstas se volvieron contra ella y la destruyeron. Nuevamente, este cuadro ha sido tomado de los profetas del Antiguo Testamento que hablaban de Jerusalén como ramera: habían dicho que, así como la hija del sacerdote que se había vuelto ramera debía ser "quemada con fuego" (Lev. 21:9), así también Dios usaría a los anteriores "amantes" de Jerusalén, las naciones paganas, para destruirla y quemarla hasta los cimientos (Jer. 4:11-13, 30-31; Eze. 16:37-41; 23:22, 25-30). Sin embargo, vale la pena observar que la bestia destruye a Jerusalén como parte de su guerra contra Cristo; los primeros historiadores informan que el motivo de los líderes romanos para destruir el templo era, no sólo destruir a los judíos, sino borrar el cristianismo. ¡La bestia pensaba que podía matar a la ramera y a la Esposa de un solo golpe! Pero, cuando el polvo se asentó, la estructura de la Jerusalén antigua y apóstata yacía en ruinas, y la iglesia quedó revelada como el templo nuevo y más glorioso, la eterna morada de Dios.
Juan nos dice que la ramera "es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra" (Apoc. 17:18). Este versículo ha confundido a algunos intérpretes. Aunque todas las otras señales apuntan a Jerusalén como la ramera, ¿cómo puede decirse de ella que blande esta clase de poder político mundial? La respuesta es que Apocalipsis no es un libro sobre política; es un libro sobre el pacto. Jerusalén sí reinó sobre las naciones. Tenía una prioridad de pacto sobre los reinos de la tierra. Rara vez se aprecia lo suficiente el hecho de que Israel era un reino de sacerdotes (Éx. 19:6), y que ejercía este ministerio en nombre de las naciones del mundo. Mientras Israel fue fiel a Dios, y ofreció sacrificios a nombre de las naciones, el mundo estuvo en paz; cuando Israel rompió el pacto, el mundo quedó envuelto en confusión. Las naciones gentiles reconocieron esto (1 Reyes 10:24; Esdras 1; 4-7; ver Rom. 2:17-24). Pero, perversamente, las naciones paganas trataron de seducir a Israel para que cometiera adulterio contra el pacto - y cuando lo hizo, se volvieron contra ella y la destruyeron. Ese patrón se repite varias veces, hasta la excomunión final de Israel en el 70 D. C., cuando Jerusalén fue destruida como señal de que el reino había sido transferido a su nuevo pueblo, la iglesia (Apoc. 11:19; 15:5; 21:3).
Puesto que Israel debía ser destruido, los apóstoles pasaron gran parte de su tiempo en los últimos días advirtiendo al pueblo de Dios que se separara de él y se alineara con la iglesia (ver Hech. 2:37-40; 3:19, 26; 4:8-12; 5:27-32). Este es el mensaje de Juan en Apocalipsis. La apostasía de Jerusalén ha sido tan grande, dice Juan, que su juicio es permanente e irrevocable. Ahora ella es Babilonia, la implacable enemiga de Dios. "Y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible" (Apoc. 18:2). Puesto que Israel rechazó a Cristo, la nación entera es habitación de demonios, sin ninguna esperanza (ver Mat. 12:38-45; Apoc. 9:1-11). Por consiguiente, el pueblo de Dios no debía tratar de reformar a Israel, sino abandonarlo a su suerte. La salvación está en Cristo y la iglesia, y sólo la destrucción aguarda a los que se ponen de parte de la ramera: "Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas" (Apoc. 18:4; ver Heb. 10:19-39; 12:15-29; 13:10-14).
Y así, Jerusalén fue destruida, para no levantarse más: "Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar [ver Lucas 17:21] diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada" (Apoc. 18:21). Pero "Jerusalén" todavía está en pie en el siglo veinte, ¿no? ¿Cómo es que fue destruida para siempre en el 70 D. C.? Lo que esto significa es que Israel, como el pueblo del pacto, dejará de existir. Jerusalén - como la gran ciudad, la santa ciudad - no se hallará más. Es verdad que, como hemos visto en Romanos 11, los descendientes de Abraham entrarán al pacto nuevamente. Pero no serán una nación separada y santa de sacerdotes especiales. Se unirán a los pueblos del mundo en la multitud de los salvados, sin ninguna distinción (Isa. 19:19-25; ver Efe. 2:11-22). Así, pues, Jerusalén, que abandonó la religión del pacto y se volvió a un culto demoníaco de hechicería, brujería, y culto al estado, quedará en la ruina para siempre. Lo que una vez fue un paraíso, nunca más volverá a conocer las bendiciones del huerto de Edén (Apoc. 18:22-23).
El pueblo de Dios había estado orando por la destrucción de Jerusalén (Apoc. 6:9-11). Ahora que sus oraciones son contestadas, la gran multitud de los redimidos prorrumpe en alabanza antifónica:
¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos" (Apoc. 19:1-3; ver 18:20).
Contrariamente a lo que esperaba Roma, la destrucción de Jerusalén no fue el fin de la iglesia. En vez de eso, fue el pleno establecimiento de la iglesia como el nuevo templo, la declaración final de que la ramera ha experimentado el divorcio y ha sido ejecutada, y que Dios ha tomado para sí una nueva Esposa. El juicio y la salvación son inseparables. El colapso de la cultura impía no es el fin del mundo sino su re-creación, como en al diluvio y el éxodo. El pueblo de Dios ha sido salvado de las fornicaciones del mundo para que se convierta en su Esposa; y la señal constante de este hecho es la celebración de la comunión en la iglesia, la "cena de bodas del Cordero" (Apoc. 19:7-9).
Pero hay otra gran fiesta registrada aquí, la "gran cena de Dios", en la cual todas las aves carroñeras son invitadas a "comer las carnes de reyes y capitanes, carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes" (Apoc. 19:17-18) - todos los enemigos de Cristo, los que rehusan someterse a su ley. Porque Él cabalga en su corcel de guerra, seguido por su ejército de santos, conquistando a las naciones con la Palabra de Dios, el evangelio, simbolizado por una espada que salía de su boca (Apoc. 19:11-16). Esta no es la segunda venida; es más bien una declaración simbólica de esperanza, la certeza de que la Palabra de Dios será victoriosa en todo el mundo, de modo que el gobierno de Cristo será establecido universalmente. Cristo será reconocido en todas partes como Rey de reyes y Señor de señores. Desde el comienzo de Apocalipsis, el mensaje de Cristo a su iglesia ha sido una orden de vencer, conquistar (Apoc. 2:7, 11, 17, 26-28, 3:5, 12, 21); aquí, le asegura a la iglesia sufriente que, a pesar de la feroz persecución por Israel y Roma, Cristo y su pueblo serán victoriosos sobre todos los enemigos. El destino de la bestia, del falso profeta, y de todos los que se oponen al señorío de Cristo es la muerte y la destrucción, en el tiempo y la eternidad (Apoc. 19:19-21).
Los cristianos del siglo primero, rodeados por la persecución y la apostasía, podrían haberse visto tentados fácilmente a considerar su generación como la del fin. El gran testimonio de Apocalipsis era que estas cosas no eran el fin, sino el principio. En el peor de los casos, la bestia y sus co-conspiradores están meramente cumpliendo los decretos del Dios soberano (Apoc. 17:17). Él ha ordenado cada uno de sus movimientos, y ha ordenado su destrucción. La naciones rugen, pero Dios ríe: Él ya ha establecido a su rey en su santo monte, y todas las naciones serán gobernados por Él (Sal. 2). Toda potestad le ha sido dada a Cristo en el cielo y en la tierra (Mat. 28:18); como cantaba Lutero, "Él tiene que ganar la batalla". Al progresar el evangelio en todo el mundo, vencerá, y vencerá, y vencerá, hasta que todos los reinos vengan a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por siempre. No cederá al enemigo ni una sola pulgada de terreno ni en el cielo ni en la tierra. Cristo y su ejército cabalgan por lo alto, conquistando y para conquistar, y nosotros, por medio de Él, heredaremos todas las cosas.
Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas, y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES (Apoc. 19:11-16).
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El Texto anterior corresponde al capítulo 21 del Libro "El Paraiso Restaurado". El libro puede leerse en el siguiente enlace:http://www.hombrereformado.org/el-paraiso-restaurado
jueves, 11 de junio de 2020
Fernando Casanova pidió a católicos respetar a su madre y hermana que son protestantes.
El también colaborador de EWTN, mencionó en su mensaje que tanto su madre como su hermana, mujeres cercanas y muy importantes en su vida, son protestantes, por lo que para él son dolorosos los insultos que algunos católicos suelen proferir contra los hermanos separados.
Casanova pidió respeto a estas mujeres que forman parte de su vida, señalando lo incorrecto de las generalizaciones que se suelen hacer cuando ciertos católicos hablan negativamente de los miembros de las comunidades protestantes.
El mensaje completo de Fernando Casanova fue el siguiente:
Mi madre es protestante, y también mi hermana Saida, la más cercana a mí.— Fernando Casanova (@fernandoEWTN) June 11, 2020
Cuando los condenas e insultas a todos ellos me hieres mucho. Me duele.
Por favor, ten cuidado de las generalizaciones. Respeta a mis mujeres. pic.twitter.com/q7kCKC285L
miércoles, 20 de mayo de 2020
¿Los católicos adoramos al “dios sol” porque comemos una Hostia blanca y redonda?
La institución que ha sido blanco de más calumnias y ataques infundados a lo largo de la historia es sin duda la Iglesia católica, y esto no debe extrañarnos, pues siendo la Iglesia una obra de Jesús, siendo ésta su Cuerpo mismo para anunciar el Evangelio al mundo, es lógico que será odiada y atacada. Ya nuestro Señor Jesucristo nos había advertido que todo y todos los que estuvieran relacionados con Él serían odiados como Él lo fue:
«Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mí. No sería lo mismo si ustedes fueran del mundo, pues el mundo ama lo que es suyo. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los elegí de en medio del mundo, y por eso el mundo los odia». (San Juan 15, 18-19)
Sin embargo no deja de ser importante que siendo seguidores de la Verdad (Jesús), hablemos con la verdad al mundo y aclaremos los ataques como del que hablaremos a continuación.
La hostia blanca y redonda, ¿representa al “dios sol”?
Dentro del mundo que conocemos como “protestantismo”, hay de todo. Desde aquellos hermanos separados que fieles a su tradición “reformada” se encargan de vivir su fe en Jesús a su modo, hasta para quienes su único sentido de existencia es atacar enérgicamente todo el tiempo a la Iglesia católica con toda clase de tergiversaciones doctrinales e históricas.
En este segundo grupo están quienes afirman que la Iglesia católica utiliza una hostia blanca y redonda para administrar la Sagrada Comunión porque en realidad, de manera oculta, lo que hacemos los católicos es “adorar al dios sol”, ya que, a decir de estos grupos fundamentalista anti-católicos, el catolicismo no tiene nada que ver con Cristo sino con los cultos de la antigua Roma pagana y más atrás aún al paganismo egipcio.
Evidentemente esa es una teoría del todo absurda y disparatada, si tanto quisiéramos adorar al dios sol (el cual, por cierto, no existe), lo haríamos sin más miramientos, ¿para qué tendría que haberse molestado la Iglesia católica en desarrollar una doctrina y una teología cristiana tan profunda y que hunde sus raíces en las Escrituras judeo-cristianas y en toda la cristología de los Santos Padres de la Iglesia, reflexionada y discutida en sendos Concilios Ecuménicos que alcanzaron definiciones sobre la Trinidad, la Divinidad de la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, sus dos Naturalezas (humana y divina), etc., si el único motivo fuera “ocultar” nuestro supuesto “culto al sol”? Es totalmente irracional tomarse en serio una teoría así de absurda.
Pero vayamos al punto: ¿Por qué recibimos la Sagrada Comunión, el Cuerpo de Cristo, en una hostia redonda y blanca? ¡Porque exactamente eso mismo es lo que consagró Jesús en la última cena!
Así es, cuando la Escritura nos dice que Jesús “tomó pan y lo bendijo”, ¡lo que tomó de aquella mesa fue un pan blanco y seguramente era redondo!
¿Cómo lo sabemos? Porque los judíos comen la cena de Pascua con pan ácimo, que no es otra cosa que pan de trigo sin levadura, es decir, lo mismo que nuestras Hostias en la Santa Misa, pan de trigo sin levadura.
A este pan sin levadura los judíos lo llaman Matzá y puede observarse en las siguientes imágenes que corresponden a la cena del Séder de Pésaj judío:
Mesa dispuesta para la cena de Pascua judía. |
Familia judía celebra la Pascua con panes sin levadura. |
Como se puede observar en las imágenes, los judíos siguen elaborando este pan redondo y sin levadura, muy parecido a la Hostia grande y redonda que consagra un sacerdote católico en la Misa. La única diferencia estriba en que por su preparación, en el Matzá quedan algunas marcas oscuras producto del tostado que adquiere la masa, pero los ingredientes, tanto en el Matzá judío como en la Hostia cristiana son los mismos, únicamente harina de trigo con agua. Así es que la Hostia que usamos los cristianos en Misa tiene su origen directo de la Matzá de los judíos.
Los judíos, la fiesta de Pascua y el pan sin levadura.
¿Pero cómo saber que aquello que Jesús tomó de la mesa y que bendijo era un pan sin levadura? ¿Lo dice acaso la biblia? Los evangelios no nos dicen que el pan era ácimo, pero los escritores no tenían ninguna necesidad de aclararlo, puesto que era obvio que si estaban comiendo la cena de Pascua, el Pésaj judío, el pan que había sobre la mesa tendría que haber sido pan sin levadura, pues otra clase de pan en esa celebración judía está totalmente prohibido.
Pero algún lector exigente se podría preguntar por qué tendríamos que pensar que es tan obvio inferir que era pan ácimo lo de la última cena, y para esto sí hay una respuesta literal en la biblia:
En Éxodo 12 están escritas las instrucciones detalladas y precisas de la celebración de la Pascua para los judíos y es Dios mismo quien estipula que en esta cena ha de comerse pan sin levadura, como podemos leer en Éxodo 12, 8:
«Esa misma noche comerán la carne asada al fuego; la comerán con panes sin levadura y con verduras amargas.»
Así que está claro que si Jesús estaba celebrando la Pascua junto a sus apóstoles, tendrían que haberla estado celebrando tal como estaba estipulada en las Escrituras, con panes sin levadura.
Y aunque el versículo anterior no nos dice nada sobre la redondez de los panes ácimos, otro capítulo del mismo libro de Éxodo nos deja ver con claridad que la forma común que los judíos daban a los ácimos era redonda:
"Toma del canastillo de los ázimos que está delante de Yahveh un pan redondo, una torta de pan de aceite y otra, untada de aceite." Éxodo 29, 23.
Y aunque actualmente algunos judíos preparan un Matzá pequeño y rectangular, el tradicional y más usado por siglos y siglos es el redondo.
La Cena del Cordero en la Iglesia cristiana.
La Santa Misa, para nosotros los católicos, tiene su origen y su institución en la última cena, cuando, a la hora de la copa de bendición, Jesús toma el pan de la mesa y lo bendice, consagrándolo y dándolo de comer a los apóstoles como su propio Cuerpo, y bendiciendo la copa y dándoselas a beber como su propia Sangre, y dándoles la misión y la instrucción de hacer lo mismo en memorial suyo (clic aquí para ver el sentido sacrificial del memorial eucarístico).
Jesús le da un sentido completamente nuevo a la Pascua bajo la Nueva Alianza, pues ahora al ser Él mismo el Cordero que se ofrece por el perdón y la liberación de la esclavitud del pecado, no hay ya necesidad de matar y comer un animal, sino que Él mismo se ha convertido en nuestro Cordero, nuestra nueva Pascua, bajo los signos visibles del pan y del vino (ver aquí una exposición más profunda sobre la Eucaristía y la última cena por parte del ex-pastor Scott Hahn).
La celebración de la cena de la Pascua judía conlleva la presencia de un Cordero y de panes ácimos, y estos panes son una parte central de la celebración, como lo dice una propia página judía que citamos a continuación:
"Uno de los elementos más importantes de Pesaj es la matzá; un pan al cual no se le dejó leudar. Es el elemento más importante del séder (el rito de Pesaj), y el elemento alrededor del cual todas las mitzvot (prácticas judías) de Pesaj giran". (https://www.enlacejudio.com/2018/03/12/se-una-matza-kosher-pesaj/)
Esta centralidad del pan ácimo es llevada a su plenitud en la institución de la Eucaristía por parte de Jesús. Cordero y pan ácimo permanecen presentes en la Cena del Señor, la Cena del Cordero de Dios, con la variante de que el Cordero y el Pan ácimo son un mismo elemento. Jesús mismo establece que a partir de la inauguración de la Nueva Alianza la característica esencial de la Cena no sería comer un animal común sacrificado, sino el pan ácimo, porque una vez consagrado, ese pan pasa a ser Su Cuerpo, o sea, el Verdadero Cordero, el Cordero de Dios que se nos da como alimento de vida eterna.
Muchos protestantes siguen sin entender cómo podemos pensar que comemos verdaderamente el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Y es que los hermanos separados necesitan comprender la manera magistral en que Jesús le dio sentido a las cosas. Primero anunció "el pan que daré es mi carne" (San Juan 6, 52) y luego encontró la forma "civilizada", racional y humanamente aceptable y agradable de darnos su carne, no a través de trozos de carne cruda sangrando, sino mediante un elemento que a todos nos es familiar, aceptable a nuestra razón y que forma parte de la alimentación humana cotidiana, el pan.
En resumen, el origen de la Hostia empleada en la Misa no tiene absolutamente nada que ver con dioses paganos, sino que tiene sus raíces bien sólidas en la celebración de la última cena de Jesús con sus apóstoles, lo que a su vez proviene de las instrucciones y las descripciones dadas en el libro del Éxodo.
miércoles, 22 de abril de 2020
Hay un virus peor que el Covid-19, el virus del "egoísmo indiferente": Papa Francisco.
Durante su Homilía en la celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia (que se celebra cada año el domingo siguiente al domingo de Resurrección) el papa Francisco alertó sobre "un virus todavía peor" que el del Covid-19 que ahora azota al mundo, el virus de "el egoísmo indiferente".
El Obispo Primado de la Iglesia Católica salió del Vaticano para celebrar una misa sin fieles en una capilla cercana. "Es tiempo de eliminar las desigualdades", pidió a los líderes del mundo.
El Papa aseguró que la batalla contra la pandemia abre a la humanidad a "un tiempo para eliminar las desigualdades" y "el virus del egoísmo", durante la misa que celebró a puerta cerrada, sin fieles, con motivo del Domingo de la Misericordia.
"Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente”, advirtió el líder cristiano en la capilla del Espíritu Santo en Sassia, a las puertas del Vaticano.
Francisco explicó en su homilía que ese "virus" peligroso se difunde en la sociedad "al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí".
"Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren", afirmó.
Y agregó el Santo Padre: "Todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad".
Como ejemplo, en su homilía el papa meditó sobre los Hechos de los Apóstoles y recordó a las primeras comunidades cristianas: "Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno", y seguidamente el Papa senaló con contundencia: "No es ideología, eso es el cristianismo”.
En este sentido lamentó que "actualmente parece lo contrario, una pequeña parte de la humanidad avanzó, mientras la mayoría se quedó atrás", por lo que pidió aprovechar de alguna manera esta pandemia del coronavirus para preparar "el mañana" del mundo.
"No pensemos sólo en nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como una oportunidad para preparar el mañana de todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro", advirtió el Sucesor del Apóstol San Pedro.
Francisco ofició así la misa por el Domingo de la Misericordia una semana después de Pascua, instituida por Juan Pablo II en 1992 siguiendo las visiones de la monja y santa polaca sor Faustina Kowalska, quien aseguró que así se lo había pedido Jesús en una seria de revelaciones privadas.
La celebración tuvo lugar en este templo a pocos metros de la columnata de la plaza de San Pedro del Vaticano y que nuevamente estuvo prácticamente desierto, sin fieles, por las prohibición de reunir personas debido a la pandemia del coronavirus.
Junto al altar, decorado con flores amarillas y blancas, colores del Estado vaticano, se pudo ver la imagen de Jesús de Nazaret bendecida por el papa Wojtyla, de quien también se expone una imagen, así como la talla de la santa polaca.
miércoles, 5 de febrero de 2020
¿Recuerdas el manotazo del Papa a una mujer china? ¡Se reunieron en el Vaticano!
El 8 de enero, en la audiencia general en el Salón Pablo VI, el Papa Francisco tuvo la oportunidad de hablar con la mujer que le tiró del brazo en la víspera de Año Nuevo, lo que provocó que él le apartara la mano y le diera un pequeño manotazo para que lo soltara.
La situación ocurrió después de la Oración de Nochevieja, cuando el Papa saludaba a la gente en la Plaza de San Pedro. El video clip rápidamente inundó Internet, mostrando en el rostro del Obispo de Roma un aspecto de dolor mientras recuperaba el equilibrio. Francisco le quitó la mano del brazo y un guardia de seguridad la agarró por el brazo y la presionó detrás de la barandilla.
Al mediodía, en el Ángelus del día de Año Nuevo, el Santo Padre presumiblemente se refirió al incidente, hablando sobre cómo "el amor nos hace pacientes" y agregó: "Muchas veces perdemos la paciencia; yo también, y me disculpo por el mal ejemplo de ayer ".
Ahora sabemos que el Papa pudo reunirse con aquella misma mujer el día 8 de enero. El encuentro se produjo durante los momentos en que el Papa saluda a los asistentes en la audiencia general.
La mujer tuvo la oportunidad de estrechar, ahora sí sin sobresaltos, la mano del Papa Francisco y éste a su vez tuvo oportunidad para disculparse por su reacción el 24 de diciembre. Un sacerdote de origen asiático fue quien hizo las veces de traductor durante este breve encuentro.
En las imágenes los dos se dan la mano y se sonríen, en un intercambio mucho más amistoso que el de la semana anterior.